La siguiente, no es una reseña en tono ceremonial de una pelicula, sino el correlato vivencial que se desprende de la misma. La película escogida es “Blue Valentine” y tiene relación con presentar el devenir de un pareja, luego de 7 años de matrimonio y una hija pequeña (de similar edad), en donde se evidencia el esplendor y ocaso del amor.
El cuento de Disney es mentira: el amor a primera vista (e incluso, el flechazo inicial), no resiste las balas de la vida. Y esta consigna queda demostrada con antecedentes en “Blue Valentine”, pieza coral en formato dupla, en donde Cindy (Michelle Williams) y Dylan (Ryan Gosling) establecen el ritmo del quehacer del filme. Desde allí, la velocidad asume una lógica terrenal, alejada de las concepciones mainstream, en donde se puede visualizar fotograma a fotograma, el proceso de construcción y deconstrucción de una pareja, desde la estructuración de la impulsividad e impetuosidad arraigada de la juventud desmedida y sin límites, pasando por un embarazo no deseado y el golpe de realidad que conlleva, hasta la destrucción del respeto, amor propio y trascendencia de pareja cercana al final.
La moraleja que se esconde tras la película es que los seres humanos son especies complejas, pero por sobretodo, frágiles y sensibles, reactivas al entorno y las inclemencias de la vida. Que la estructura que da soporte a tales abatimientos es el amor (a la pareja, a los hijos, a los amigos, a la familia) y que cuando eso falta, toda la vivencia se descompone y pierde sentido. La pareja de la película vive ese síntoma en carne propia: pasa de la invencibilidad que brinda el escudo del amor, a la desolación y pérdida de identidad arraigado a la pérdida del mismo.
A modo de cierre, y en la lógica de incorporar un análisis mas profundo de los personajes, es interesante poder notar como, a través del devenir de la película, el personaje de Gosling va cayendo en un espiral de falta de sentido que termina impactando en su mujer y devastando todo el entorno familiar, desde la racionalidad sentida de la inexistencia de motivos que den razón a vivir, escudando su dolor en el alcohol. Mientras, el personaje de Williams, bate por buscar conciliar a modo de espejo interno, el recuerdo febril del antiguo Dylan y la versión demacrada y adolorida con la que le toca convivir. El mérito se lo llevan ambos en esa lucha, ya que si bien el final es lo menos mainstream, se observa que la pelea interna por recuperar aquello que sienten ajeno, les quita el alma y se lleva a su vida.